Madre, ahora que no estás, cuando me llamas, cuando dices mi nombre como
entonces, con cierta urgencia y desesperación, yo continúo bajando las
escaleras del doblado de casa y me disculpo porque una vez más derramé el
tintero y me manché de tinta el vestido nuevo. Quiero que sepas, mamá, que me
gustaría seguir mostrándote mis cuadros, el mar que no acabo nunca de pintar y
mis poemas de amor…, ya sabes, madre, que el que mucho ama, casi siempre ama en
silencio y soledad. Me gustaría decirte tantas cosas, contarte tantos sueños y
verte sonreír y regañarme con tu larga experiencia. Dime, mamá, si tú también
me quieres.
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