Las vacunas
están proliferando desde hace no sé cuántos años, en un intento de salvar a la
humanidad de lacras o enfermedades contagiosas, difíciles de erradicar y de
curar. Pero, ¿qué son las vacunas. Cómo afectan a nuestro sistema inmunitario, ¿no
nos revolucionaran los genes y nos producirá males mayores, cómo debilitan la
salud del individuo al que se vacuna, qué secuelas producen en los órganos
vitales, cómo nos afecta celularmente hablando y cómo afecta incluso a nuestro
funcionamiento mental, es decir a las neuronas? Yo no tengo la explicación,
pero me la temo, si alguien se atreviera a sincerarse. Lo cierto es que nos las
venden con una alegría desaforada y con un atrevimiento sin límites. No hay que
olvidar que será un buen negocio cuando se halle y se pruebe (más o menos) la formula
deseada de la posible vacuna del VIH. Qué gran dolor para la humanidad saber
que el acto amoroso puede llevarle a la enfermedad y a la muerte. Quién se fía
ya de nadie. Quién se atreve a esa entrega momentánea de aquí te pillo y aquí
te mato. O, antes del lecho aporte usted las credenciales analíticas que le
acrediten que por sus venas no corre el virus maldito. O ¿está usted vacunado/a?
¿Es segura esa vacuna? “Te amo, mucho, amor, pero, intercambiemos unos correos
periódicos con nuestras últimas analíticas, antes de nuestro primer encuentro”.
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