La primavera se adelantó en
Sevilla y trajo sus alforjas llenas de flores y de silencio. Silencio de los parques
y silencio interior; ese silencio íntimo, lugar para el amado que tendría que llegar
y profanarlo con su risa. Y los árboles renovaron su savia, al tiempo que los pájaros
descubrieron de nuevo su canto. Yo estoy tejiendo páginas para tomar las
riendas de mi vida y volver a ordenar las cosas y los versos. Nunca se sabe,
nunca, si no sería mejor contemplar cómo la nube pasa, cómo la luz sustituye a
las sombras o cómo el amor hay que considerarlo como un bien mayor, capaz de
sostenernos y hacernos levitar sobre el árido vuelo de los días. Es posible que
el corazón se empeñe en la locura de hacer su voluntad y se entusiasme, y nos
conduzca al lugar del ensueño y la ilusión.
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