Ante la vida y la muerte, ante el temor de perder a aquellos
que queremos. Ay, el dolor profundo del temor. Anoche soñé que estabas, que
hablábamos, que tú me preguntabas como entonces, cuando eras un hombre sin edad
ni fisuras, el hombre eterno que guardaba la casa, que traía el sustento y
resistía todas las estaciones y desvelos. Y el tiempo iba pasando y se iba
cumpliendo mi temor de perderte. Y ahora vuelves en mis sueños y me acompañas
por los mismos caminos, y me adviertes de los mismos peligros y, hasta ensillas
el caballo, para que yo regrese hasta la casa, antes que la tormenta se apodere
del sol, como decías, y me sorprenda su furia a campo descubierto.
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